Zoom

July 17, 2020
Cuarentena

No tenía idea que existía esta plataforma on line, hasta que comenzó el confinamiento. La cosa es que se puede hablar en vivo y en directo con una o más personas al mismo tiempo mirándose las caras. Una solución genial para quienes hacen teletrabajos, los niños tengan clases y también para hacer “reuniones sociales”, es decir, ahora uno no hace o va un carrete, hoy se “zoombea”.  

La primera vez que lo usé con unas amigas, me sentí muy incómoda e intimidada. Una vez que entras a la “reunión”,hay que sentarse al frente del computador y mirar a la cámara para hablar, porque si te alejas nadie te ve y tampoco te escuchan. Es ahí donde aparecieron mis problemas. Verme en la pantalla con la cara deforme fue de alto impacto y una prueba importante para mí vanidad.

Qué importa, dirán ustedes, la verdad es que en el fondo no debiera importar nada, porque no solo tú eres la deforme, también el resto de los participantes del “encuentro” cibernético lo son. Sin embargo, para mí, esa experiencia, y lo sigue siendo, es como estar frente al espejo, pero acompañada. Muy raro. Si ya tengo problemas cuando me miro sola, imagínense acompañada…todo mal.

Otro detalle desafortunado de estos encuentros virtuales, son las indisimulables consecuencias estéticas del encierro. Por ejemplo, las canas. Obvio si no vas a la peluquería en uno o dos meses, aparece en gloria y majestad la Cruela de Vil que hay debajo de ese color natural con que el mundo te conoce y, que por más trucos naturales que uses, el blanco radiante sigue ahí.

Sigamos con las uñas. No necesariamente tendrían que verse en pantalla, pero mi costumbre de mover las manos mientras hablo, es casi imposible de dominar. Entonces ahí está frente a todos la manicure permanente con esmalte rojo que me hice antes de saber lo que se me venía. Podría haber sido a la francesa, como siempre lo hago y así habría pasado más piola, pero justo esta vez se me ocurrió innovar. Como consecuencia de “la gran idea” a estas alturas está toda la pintura despegada a manchones.¡Horrible! Las manicuristas usan una herramienta especial para desprender el esmalte, pero como yo obviamente no la tengo y, lo mío no es precisamente la delicadeza manual, preferí no volver a innovar buscando otra fórmula, por lo tanto, tengo que dejar que la naturaleza actúe esperando que crezcan y evitarlo más posible el “aleteo” mientras estoy haciendo vida social web.

Otra dificultad estética son los anteojos. Al menos en mi círculo cercano, hombres y mujeres tenemos presbicia y no podemos hacer nada sin ellos, incluidas estas reuniones para poder distinguir a los con tertulios.

Con la misma intención de mantener la dignidad como sea y no seguir echándole más ingrediente a la sopa: cara deforme, canas, uñas horribles y anteojos que, no son precisamente el último modelo de Gucci, decidí, sacármelos a riesgo de ver una masa borrosa y conformarme con distinguir solo las voces.¡ERROR garrafal! Por segundos alcancé a experimentar el efecto dominó que produjo mi desafortunada iniciativa. Aparecieron sin piedad ni disimulo las arrugas que se me hacen alrededor de los ojos al achicarlos inconscientemente para enfocar, más varias otras. Entonces, abrí los ojos como platos mirándolas a todas y a nadie, tratado de seguir la conversación como esos perritos acuerda que se ponen en el auto, pensando que lo estaba haciendo espléndido, hasta que una de mis amigas, con toda la confianza que nos une me dijo: “Jose, pésima idea, ponte los anteojos, te queremos igual”.

Después de esta experiencia y en mi afán de resolver los obstáculos que la vida me va poniendo en el camino, tomé como mío lo que alguien dijo muy acertadamente: “Sino puedes con el enemigo, únete a él”, por lo tanto, debía usar las armas que tenía a mi alcance, pues cada vez usaría más la plataforma. Primero, ahora me echo una manito de gato en la cara, es decir: un poquito de color en los cachetes, brillo, correctores, tapa ojeras y jamás con el pelo sucio. Luego seleccioné entre los modelos de anteojos que tengo, el menos feo y que mejor me queda. Ah, muy importante, encontrar  un lugar en que la luz no te haga pensar que estás en un interrogatorio de la PDI por sospecha de narcotráfico y, por último, ubicarme estratégicamente frente la cámara del computador; ni tan cerca ni tan lejos.

Ayer probé todas estas técnicas y mejoró bastante. Mi vanidad no sufrió tanto, y mi dignidad tampoco.  

Raya para la suma. He concluido que, a pesar de todos mis rollos superficiales y la cantidad de subterfugios necesarios para usar esta plataforma, zoombear me alegra el corazón.Cada vez me está costando más la distancia física con mis nietos, hijos, mamá y con todos a los que quiero tanto, y que la tecnología se haya amigado con los seres humanos para darnos la oportunidad de estar juntos, aunque sea con una pantalla de por medio, es un regalo muy valioso que agradezco enormemente.

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