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July 17, 2020
Cuarentena

Hasta marzo, antes de que entraramos en cuarentena obligatoria, mi vínculo con esta red social se suscribía a tutoriales de maquillaje, porque me encanta el tema. Incluso he tomado algunas clases y, con los años, ya cuento con una buena cantidad de productos y maleta “profesional” incluida y he tenido el honor de maquillar a varias amigas que han sido madrinas de matrimonio.

Pero ¿Quién me iba a decir que, de un día para otro, mi interés por la belleza externa cambiaría drásticamente por la del alma?

Con esto del confinamiento, por todas partes aparecieron artículos y comentarios en RRSS y televisión sobre la gran “posibilidad” que tendríamos para entrar en nuestro interior, tener tiempo para reflexionar, disfrutar la familia y aprovechar de estar tranquilos en nuestras casas. Todo muy lindo, muy preciosos y necesario, excepto eso de la introspección. No es que yo sea un alma perdida y liviana como un paquete de cabritas, pero me conozco demasiado bien, y cuando me enfrento a situaciones como estas en las “que hay que…” ser profundas y entrar en modo zen, la rebelde que hay en mí, salta e inmediatamente viene la dispersión. Pero esta vez, me hablé con cariño y decidí aceptar el reto, siempre y cuando tuviera un cable a tierra o una pauta que evitara la tentación de ponerme a contar moscas, de otra forma adiós con las buenas intenciones.

Después de tomar esa determinación, venía el dónde y cómo encontrar esa guía que necesitaba. Entonces pensé que, si YouTube que me dio una manito en esto del maquillaje, también tendría tutoriales para encontrarme conmigo misma. ¡Bingo! Ahí estaba todo.

Así las cosas, desde el 15 o 16 de marzo comenzó mi camino espiritual y de autoayuda en pandemia.

Tuve la suerte de que estábamos comenzando con la Semana Santa, gran oportunidad para cumplir mi propósito y mi centro; acompañar de domingo a domingo, a Nuestro Señor Jesucristo, en su Pasión, Muerte y Resurrección.

Seguí en todo momento las ceremonias del papa Francisco y las meditaciones de distintos sacerdotes. Oí la típica música sacra que acompaña un retiro espiritual como Dios manda.

Partí el Domingo de Ramos haciendo un ramito con varas de laurel y lo instalé en la reja de la casa.

Hasta el Jueves Santo, mi vida y mente transcurrieron en preparación a lo que venía. Pero voy a aclarar que con esto no vayan a pensar que estuve hincada en actitud de contemplación o levitando, no. Yo acompañé a Jesús en su dolor y sacrificio, mientras afanaba sin tregua. Tal cual. Por ejemplo, en la celebración de la última cena, aunque no me tocaba el turno en la cocina, preparé desayuno, almuerzo y comida para el grupo familiar sin chistar. En cuanto, al lavado de pies, lo cambié por el remojo y posterior escobillado de calcetines, cuellos de poleras y camisas.

El Viernes Santo partí con los audífonos puestos para aislarme del mundo, oyendo música sacra sentada en la terraza, mirando el infinito y buscando cuáles eran mis luces y mis sombras, como pedía el sacerdote en un tono suave y monótono: un somnífero. Varias veces me pillé pegada en las sombras totalmente dormida. En fin, pero no todo estaba perdido. Cuando desperté, lo último que le escuché al curita fue que para superar nuestra oscuridad y hacer brillar más aún nuestras luces, era ponernos siempre en disposición generosa para atender las necesidades de los demás. Para ser franca, la idea no me gustó mucho, porque conozco a mis moscos y eso me iba a traer algunas consecuencias, pero como ya estaba en esa onda, me puse en “disposición” no más.

Ese día y el siguiente hice todos mis quehaceres de dueña de casa, sin reclamar, sin gritarle a nadie por no haber hecho la cama, ordenar o sacado la basura. Hice la vista gorda, a ver, tan, tan gorda no, pero fui más suave al pedirle a mi hija “chef” que dejara ordenada la cocina, después de haber ocupado la mitad de las ollas, cuchillos y otros para hacer el almuerzo. Planché mordiéndome la lengua, doblé calzoncillos, calzones, hermané una ruma de calcetines. Ofrecí amablemente a mi marido y a los niños juguito, o algo para comer, varias veces al día. Las mismas que me miraron sin entender tanta amabilidad de un minuto a otro. Todo el pro de la enriquecer mi “espiritualidad” y acercamiento al dolor de la cruz, como cerraba el sacerdote de voz arrastrada …Uf

Pero como gracias a Dios la Semana Santa no es eterna, por fin llegó el Domingo de Resurrección y con él recuperaba mi libertad.

Terminados los siete días de vida monacal, pasé a videos de la sicóloga Pilar Sordo, que desde la comodidad de su casa, más bien del suelo de su living, va “desenredando nudos”, es decir toca la más amplia y variada gama de temas humanos que nos tocan a todos en “estos días tan raros que estamos viviendo”, como los llama ella. El encierro, el cambio de rutina, la relación de pareja 24/7 , el teletrabajo, los hijos dando vueltas el día entero, la ansiedad por comer, en fin.

A ella también la oigo con audífonos y siento que sus palabras me dan ánimo mientras hago el baño o paso la aspiradora. Como que me hablara a mí: “Josefina, nada es eterno, lo estás haciendo increíble, ya vamos a salir y te sentirás renovada…”

A la tercera semana de confinamiento, mi vida volvió a dar un vuelco. Lo espiritual ya estaba prácticamente dominado, el autoconocimiento también. Entonces surgió en mi otro interés, más bien una necesidad que caía de cajón: Trucos de orden y limpieza.

Quien lidera el rating en Youtube, es el canal de “Gloria en su hogar” quien es, desde la semana pasada, mi mejor amiga. Es colombiana, maniática de el orden y los detalles más increíbles para mantener todo, pero todo IMPECABLE. Sumisa y dedicada con devoción a complacer a la familia. Mientras enseña sus trucos no para de hablar. Va dando consejos para ser la dueña de casa ideal.

Para ella, la vida tiene sentido sólo si se cuenta con toneladas de bicarbonato, vinagre e hipoclorito, que es el simple cloro en chileno, pero que a ella le fascina decirle así. Otra tonelada de “jabong de ducha, el más barato que encuegtres”. Con estos ingredientes limpia hasta las tejas de la casa. La técnica, que repite como loro curado es:  “Amigas, no olviden dejar actuar el produgto…” Con la misma insistencia, Gloria nos recuerda que, si las manchas o suciedad no salen a la primera”, no debemos ser flojas y tenemos que “igsistir, igsistir una y otra vez, no descanse y siga fregangdo”. En esa parte no puedo dejar de reírme de mí misma cuando me pillo hablando como ella y dándole con todo al trapero del piso, pero como la porquería sigue igual, sus palabras de ánimo resuenan en mi mente. He estado a punto de borrarla de mi vida y no verla nunca más, pero la colombiana es adictiva, aparece con más y más datos útiles que justo cubren mis necesidades.

Raya para la suma, en esta pandemia me he hecho un nuevo amigo casi tan valioso como los de carne y hueso: YouTube. Con el que puedo romper la distancia social y no usar mascarilla: Youtube.


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