No queremos coronarnos

July 17, 2020
Cuarentena

El COVID-19, nos tomó de sorpresa. De un día para otro este virus desconocido, que contrajo un chino, comenzó a contagiar a diestra y siniestra a sus compatriotas, luego cruzó fronteras y llegó a Italia, resto de Europa, América y a Chile el 3 de marzo.

De un avance vertiginoso, ha traído muchas muertes, crisis económica mundial, cambios en la vida, los hábitos y costumbres de todas las personas. Las autoridades de los distintos países han ido tomando diferentes medidas para enfrentar y detener esta pandemia.Las cuarentenas voluntarias y después obligatorias, bloqueos sanitarios, distanciamiento social nos mantienen en un estado permanente de incertidumbre y temor a contraer la enfermedad.

La cosa es que este confinamiento ha sido para muchos una experiencia nueva y curiosa con los más variados matices. De ellos quiero ir reflexionando, y como para mí la mejor forma es a través de la escritura, aquí voy.

Después de casi veinte días sin poder salir de mi casa por culpa del “cachito” tuve que solicitar un permiso ala comisaria virtual, para poder ir a comprar verduras y pasar a la farmacia.Me dieron cuatro horas, de las cuales usé solo tres. Fue raro circular por las calles prácticamente vacías y sentir todo el tiempo la sensación de estar haciendo algo malo, sumado al estrés de saber que tenía un tiempo acotado.

Era como estar en un concurso de Sábado Gigante. Esos en que Don Francisco, presionaba al concursante durante la competencia para crear expectación en el público. La mayoría lo tomaba con humor y lograba superar el nerviosismo y ganaba. A otros, los traicionaba la ansiedad y se quedaban con el premio de consuelo. Yo, pasé por los dos estados.

Llegué a la verdulería y había una fila de al menos diez personas, pero al estar separados unos de otros, parecía eterna. Cuando me tocó el turno tuve que pedir las cosas a gritos, por la misma razón. No dejé de mirar el reloj y de acordarme del cronómetro que sonaba a todo volumen en el estudio de televisión mientras se desarrollaba el concurso, calculando una y otra vez el tiempo que tenía para cumplir con lo planificado. Todo esto sin dejar de ponerme alcohol gel en las manos ya “enguantadas”, no precisamente con guantes quirúrgicos, que dan un cierto estilo, no, aquí el estilo quedó en la casa y me puse los amarillos de la cocina. No siendo suficiente, con la "tupición", me puse mal la mascarilla y, como la neura me tenía dominada por completo, ni pensar en tocarme la cara para arreglarla, estuve entonces durante las tres horas arrugando la nariz y subiendo la pera para que la porquería no se me cayera.

Terminada la verdulería, subirse al auto y vuelta otra vez al alcohol gel en el manubrio, las llaves, el cinturón, la manilla, en fin, todo lo que se me ocurriera que podía tocar, si hasta bañé la tarjeta de crédito y la billetera. Pero el miedo al contagio no terminó ahí. Tuve que ir a dos farmacias, porque no encontré todo lo que necesitaba en la primera, lo que significó un estrés extra, dado que no tenía contabilizado ese detalle.

La llegada a la casa fue otro “quilombo”, como dicen los argentinos; lavar todo, como lo han repetido millones de veces en la televisión, con agua y jabón. Cuando digo todo es literal. Naranja por naranja, limón por limón, si hasta lavé las cebollas y las papas.

En resumen, después de las tres horas estaba agotada, pero tranquila, porque sabía que me “había portado bien”,estaba segura de que, con todas las precauciones tomadas, las probabilidades de contagio a mi marido e hijos serían mínimas, pero decidí que estaba demás pasar por el estrés de salir, así que las próximas compras las haría con despacho a domicilio.

Así las cosas, esta corona que nadie quiere ponerse, pero que está ahí, nos está obligando a aprender de nosotros mismos. De cómo adaptarse lo mejor posible a situaciones nuevas, a manejar la incertidumbre, avalorar las cosas sencillas. A disfrutar de la casa, a reorganizar por nivel de importancia las actividades diarias, entre otras muchas cosas que día a día aparecen y que al final podremos, estoy segura, recordar como un gran aprendizaje.

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